29 de junio de 2020

Otro país

Ese día se cumplían 6 años desde que Honik y su familia habían llegado al nuevo país. Honik recordaba bien, aunque a veces preferiría olvidarlo, la larga travesía en barco, los controles de inmigración al llegar, la búsqueda del primo de su mujer en esa ciudad gigantesca, las dos noches que pasaron durmiendo en un sótano con otras veinte familias y por fin, el viaje en tren hacia su nuevo destino, donde empezó a sentir que lo habían conseguido y que todo saldría bien.

Frank le indicó con un gesto que avanzara por la derecha y él lo haría por la izquierda del almacén. Honik asintió en silencio y pegó el rifle a su pecho mientras apoyaba la espalda en la pared. El porche acababa en ese lado en dos escalones y puso un pie en el primero antes de asomarse al callejón.

Después de 12 años en el ejército en la madre patria, Honik había visto hasta donde podía llegar el ser humano, en lo bueno y en lo malo, y sabía qué lado llegaba más lejos; algunos le llamarían un soldado curtido en mil batallas. Sin embargo, durante la toma de Beaufort, con los disparos de los franceses silbando y los compañeros de batallón cayendo como sacos de arena a derecha e izquierda, Honik decidió que ya había tenido bastante. Unos días después, aún con la mayoría del Ejército del Mosa celebrando la victoria, Honik tramitaba su licencia con el coronel y volvía a casa. En los barracones de los soldados se hablaba mucho de los familiares que habían emigrado a América y en los largos kilómetros a pie la idea iba ganando peso en su cabeza.

La puerta se abrió con un leve chirrido y el sombrero hongo, el bigote y la estrella en la solapa anunciaron al shérif Masterson de vuelta en el porche, el interior del almacén estaba despejado. Honik le indicó con la cabeza que Frank iba por el otro lado y el shérif asintió y se tocó con el cañón de la pistola el lateral de la nariz dos veces, como diciendo "Hank, los huelo, están aquí cerca". Desenfundó la otra pistola y se puso al lado de Honik, la espalda contra la pared, los codos pegados al cuerpo y los cañones apuntando al techo.

A Katharina no le gustó la idea. Ella prefería quedarse en Magdeburgo, en el pequeño piso a la sombra de la catedral, con sus padres y su hermano y el camastro en el salón. Había conseguido medio jornal en una panadería y le decía a Honik que algo surgiría para él en la ciudad. El embarazo lo cambió todo. Dieciséis meses más tarde esperaban el vapor en el puerto de Hamburgo.

Muy despacio, Honik apoyó la culata en el hombro y sacó el rifle por la esquina del almacén hacia el callejón. Era un callejón de apenas 1,7 metros entre el almacén y el establo de Steiner. Los sacos de heno se amontonaban uno tras otro junto a cajas vacías y algunas ruedas de carromato. Bajó los escalones sin dejar de apuntar al callejón, aunque no parecía haber un alma. Masterson le siguió con los brazos extendidos apuntando a la nada. Podía parecer ridículo ver al shérif y uno de sus ayudantes apuntando a un montón de heno, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a dar la menor ventaja a Slim Joe y su banda por mantener la compostura. Durante unos segundos, los dos se quedaron inmóviles. Era una de esas veces que parecía que el tiempo se hubiera detenido; nada se movía, no se oía el menor ruido. De pronto, una ráfaga de viento se coló por el callejón, agitó un par de sacos y se fue, descolocando ligeramente el sombrero del shérif al despedirse. Honik avanzó unos metros y se arrodilló tras el primer montón de sacos. El shérif se encaminaba hasta el siguiente parapeto cuando el primer disparo rompió el silencio.

Los primeros años en Kansas no fueron fáciles, pero la comunidad de emigrantes no dejó de apoyarles y los trabajos se fueron sucediendo: agricultor, vaquero, agricultor otra vez, asistente en una tienda de herramientas y cuando por fin pudo hablar el inglés con cierta soltura, empleado del ferrocarril durante casi un año. Sin embargo, con su experiencia como soldado, Honik podía aspirar a un puesto en el fuerte Dodge, con una paga sustancialmente mayor y con escaso peligro real por lo que le contaban. Honik y Katharina pasaron a ser Hank y Katherine, Hans pronto tuvo una hermanita y los cuatro una casita a las afueras de Dodge City.

La bala arrancó una esquirla de la pared a un palmo de la cabeza del shérif, quién se lanzó al suelo y rodó hasta las ruedas de carromato. Tras el primer disparo de aviso, llegó una oleada que los mantuvo agazapados. Era imposible asomar la cabeza y saber contra cuántos bandidos se estaban enfrentando. Honik sacó el rifle por encima de su cabeza y disparó a ciegas. Esto pareció desconcertar a sus adversarios que pararon el concierto momentáneamente. Masterson no necesitó más, se incorporó detrás de las ruedas y de nuevo con los brazos extendidos, empezó a tocar una nueva canción a dos voces. Un grito de dolor dio fe de la puntería del shérif, que volvió a agazaparse. Mirando a Honik le enseñó cuatro dedos y bajó uno.

Una noche en el Long Branch, tomando un whisky con dos compañeros, le presentaron a Bat Masterson, que después de reírse de su acento y conocer su historia, le invitó a unirse a la oficina del shérif... cuando lograra la estrella al año siguiente. Así fue, y Honik pasó a ser el flamante segundo ayudante del shérif en Dodge City.

A una señal, Honik y el sherif se levantaron a la vez, y dispararon al fondo del callejón. Dos cuerpos cayeron. El bueno de Frank por fin apareció y dio cuenta del último bandido. Otro pacífico día en Dodge City.

21 de junio de 2020

Locura soñada

Gaar Piel de Lobo sentía el galope violento con mayor intensidad en sus órganos que en sus músculos. Todo su cuerpo vibraba y rebotaba con cada zancada. El caballo bufaba y a Gaar le pareció distinguir una veta de satisfacción además del esfuerzo. Se acercaba el momento decisivo y espoleó su montura con un cachete en la grupa. Clavó las rodillas con fuerza en los flancos y acompasó todo lo que pudo su ritmo, hasta que ya no supo dónde empezaba y terminaba montura y jinete. Pelo, piel, sudor y músculo se confundían, arriba, abajo, arriba, abajo y siempre adelante, adelante. Suavemente y escorando el cuerpo hacia la izquierda, descolgó el arco con su brazo derecho en un movimiento cien y mil veces repetido. Pasó como siempre el pulgar por la suave madera de arce hasta el pequeño nudo junto al mango antes de cambiarlo de mano. A continuación, inclinando el cuerpo hacia delante, sacó del cinturón en su costado izquierdo una larga flecha rojiza y la dejó colocada contra la cuerda. La manada había ya notado su presencia y tras meros instantes, empezaron a correr al unísono en estampida hacia el sur, en la bisectriz entre Gaar y el río. Sin embargo, aún tenía unos segundos antes que la distancia fuera insalvable para su ojo y su brazo. El viento en su cara le apartaba los cabellos del rostro y el sol a su espalda le mostraba los cuartos traseros de su objetivo, una cría que corría desbocada junto a su madre. Esperó apenas un latido y entonces se incorporó, presionando con sus piernas para abrir ligeramente la trayectoria del caballo y ganar ángulo de disparo. Armó el arco, apuntó y disparó. Había aprendido hace tiempo a dejarse llevar por el instinto en esos momentos, y que fuera su cuerpo el que guiado por los sentidos y la experiencia, tomara el mando, dejando a la cabeza como mero testigo de su destreza. De pronto, pareció como si la cría hubiera tropezado y cayó girando sobre si misma. Gaar calculó que la violencia de la caída se debía a que la flecha habría seccionado un tendón de la pata. Mientras lo pensaba, su cuerpo reaccionó cargando y disparando una nueva flecha, que quedó ensartada bajo la oreja de la cría de alce. Acercándose al trote, desmontó y aseguró su presa con un golpe seco de pedernal en la base del cráneo. Cargó el animal en la grupa del caballo y montando de nuevo, remontó el cauce del río hacia el norte hasta una ensenada que había localizado en las horas previas a la caza. Al día siguiente llegaría de vuelta al poblado de su exploración del Valle del Sur para la migración del invierno, pero esta noche aún dormiría solo y al raso. Truk Cabeza de Tejón se ofreció a acompañarle como el año anterior, pero Gaar había preferido por esta vez hacer el viaje solo y hablar únicamente consigo mismo, y pocas veces.

Antes de la puesta del sol, Gaar ya había despellejado la pieza y armado tres hogueras en semicírculo frente al agua. Colocó dos patas sobre el fuego y se dio un baño en el río, deseoso de quitarse la sangre, el sudor y el polvo. Poco después, el olor de las patas asadas le convencía que ya estaba lo bastante limpio. 

Ahíto de la cena y el día, tiró los restos al río y se limpió la grasa de las manos en el agua. Colocó su zurrón cerca de una hoguera, apoyó encima la cabeza y clavó el cuchillo de hueso en el suelo a su lado.

Tumbado mirando las estrellas, se preguntó con qué soñaría esa noche.


14 de junio de 2020

10 Consejos


El anillo del Miki brilla de la hostia con las luces del bareto. El tío no para de hablar de esto y lo otro, qué pesao que es el Miki, joder. Pero su anillo es tó guapo, una calavera dorada con unos ojitos pequeños así muy brillantes. Dice que es de oro. Mis cojones de oro, pero lo dice tantas veces que ya ni le decimos nada. El tío habla y habla y yo intento verme el reflejo en el anillo, pero ni de coña, parece que el anillo escupe los reflejos y no quiere quedarse con ninguno. ¡Coño, está el Taco en la barra! Me voy para allá a pillar otra birra que esto es un muermo y a ver si me invita; oye, que si no lo intentas, nunca lo consigues.

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¿Pero éste adónde va? El chico este es medio lelo, se me queda mirando el anillo como embobado y luego no se entera de nada. Si no fuera porque le debo una gorda a su hermano, le iba a dar yo encargos al tondo del culo este del Ferry. Bueno, bueno, Miki, no te enciendas, hay que ser agradecido, por los favores que te han hecho y por los que te puedan hacer.

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Estoy hasta el coño de la Sonia, es la tercera vez que me deja sola en la barra esta noche. Mira éste, el Taco está que se sale, le han dado pasta por el corte que se llevó en el taller el año pasado y tiene cara de que no le va a durar toda la noche. Le digo si me invita después del turno y me dice que si le doy un beso, ¡ja! me parto con el Taco. El Taco tiene buenos brazos, pero no le dura un soplo a mi Yon. Ya llevamos 4 meses y medio, qué fuerte. Seguro que me da una sorpresa en el aniversario de los 5 meses. Yo no le voy a regalar nada, no quiero que se... ¡Uyy! casi se me cae la botella. A ver, Bea, concéntrate en lo que haces y hazlo bien.

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La estoy cagando, la estoy cagando, la estoy cagando. Sabía que me iba a liar con la Sonia desde la fiesta del Filip y al final como siempre, soy como un puto perro salido sin cerebro que solo piensa con el rabo. La estoy cagando, Bea está en la barra y nos va a fichar en cualquier momento. No lo entiendo, con lo bien que nos va y lo que me gusta Bea, la estoy cagando, la estoy cagando, hostia. Si ya lo sabes, hay que seguir las corazonadas, pero nunca los impulsos.

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Mmmmm, qué ganas te tenía cabrón. Ojalá la vea la cara a la Bea cuando alguien le diga que nos hemos liado, la puta Bea que se cree mejor que los demás, estudiando en la academia esa. Y a este me lo voy a quedar yo, que me muero porque me lleve en la moto a la Casa de Campo. Se la he jugado bien con lo de los turnos, pero la que llega primero elige, guapa, y si quieres algo, madruga.

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Yon se está equivocando y lo sabe y mañana se va a enterar medio barrio. Y estaba cantado, desde que hice la fiesta en Julio, estos dos no han dejado de tontear. Pero esto nos va a complicar el trabajo, a Miki no le gusta que haya líos en el grupo y Bea es su sobrina. Yon, que hay que ser más profesional, colega, tíratela pero cuida la imagen que proyectas en los demás.

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¿Qué estará pensando el Filip? Vaya careto que me lleva. Pero es un tío serio, me mola tenerlo en el grupo, aunque a veces es demasiado frío. El mes pasado en el palo a los chinos no le tembló la mano cuando pinchó al del labo. Lo contrario del Yon, con su chupa y su moto y sus cabreos de los cojones, qué puta necesidad tenía de darle con la cadena al chino calvo, si ya nos había dado la pasta, joder. Mi hermano le miraba acojonado, el chaval, parecía que le iban a dar a él con la cadena, se mordía la manga de la camiseta como cuando era un nano. Ahí está ahora tan feliz en la barra con el Taco. A Miki no le mola mucho tenerlo en el grupo, pero que se joda, que bien que le libré de un marrón con el tema de los depósitos y el poli aquel tan bajito y tan mamón. Además que es mi hermano pequeño y siempre tienes que cuidar de tus seres queridos.

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Uf, qué pedo llevo… A ver, son dos birras en el Cuco’s, otras dos… no… tres aquí y creo que luego dos cubatas y luego las tres birras que llevo con el Ferry y… ¡las que nos quedan! Ja, ja, ja, joder qué noche más cojonuda, el Ferry es un tío guay, no pega nada con el grupo de Óscar y Miki… le tengo que decir que se venga al taller a hablar con el jefe, a ver si le hace un hueco y deja las movidas chungas… bueno, pero eso será otro día, que hoy la noche es joven y hay que emborracharse de vez en cuando.

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Por ahí viene Óscar, perfecto. Hay que cerrar los detalles de lo de mañana y que luego él se lo cuente al lelo de su hermano. Lo de mañana va a ser gordo, según el Dinamita a partir de las 12 ya solo queda uno vigilando fuera y los dos de dentro se ponen ciegos de la coca del almacén. No me fío del todo del soplo, estaba el Dinamita muy nervioso y más nos vale ir con cuidado... mandaré al Ferry por delante, que si se pone la cosa fea mejor no perder a alguien valioso. Joder, qué diferencia con su hermano, que es un tío con dos cojones. No le falta ni le sobra coraje, maneja bien la pipa, está en forma y tiene buena cabeza para los palos. Un tío como debe ser, Mens sana in corpore sano.

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Si miras por el culo del vaso las luces del bareto se salen disparadas hacia los lados… a ver si el Taco deja de tirarle los tejos a la Bea y seguimos de copas, que lo estamos pasando de puta madre… ya sabía yo que el Taco se iba a enrollar. Joder, le tengo que decir que me busque un hueco en el taller, la mierda esta me da mal rollo, la próxima semana me voy un día para su taller a ver si está su jefe. Al final, estás ahí, en la vida, pensando que no estás a gusto con algo y seguro que tienes razón, pero tu coco todavía no se ha dado cuenta. Tienes que pararte para que le dé tiempo a pensar. Párate, piensa y cambia lo que no te gusta, joder.